Las enfermedades virales no se tratan solo de síntomas con un tiempo límite que pudieran llegar a ser o no mortales. No son únicamente atacantes del organismo desde un sentido físico exclusivo, también pueden afectar la inteligencia. E incluso, cosa que parece más increíble, éste pudiera ser el único síntoma que manifieste su presencia. Así lo ha demostrado el ACTV-1, siglas que resumen al Acanthocystis turfacea chlorella virus 1.
Los estudios debidos para afirmar esta locura son verídicos. Investigadores de la Universidad John Hopkins describen un trabajo científico en el que la disfunción cognitiva y el ACTV-1 hacen de protagonistas. A lo que les ha llevado a concluir que efectivamente, los virus son capaces de incidir y disminuir la inteligencia de los seres humanos.
El ACTV-1 yace en la garganta de su huésped y genera cambios en sus genes
Las pruebas científicas se realizaron en un pequeño grupo de personas. Todas recibieron tanto exámenes mentales de inteligencia como de tipo físico para determinar la presencia de patógenos en su organismo. Dentro de los resultados obtenidos, determinaron que 2 de cada 5 sujetos de estudio, presentaban el ACTV-1 anidando en sus gargantas. De la misma forma, estas personas comparadas con las que no eran hospederas del virus, demostraron niveles de inteligencia inferiores.
Concretamente, sus capacidades de análisis, cálculo y procesamiento de la información visual eran 10% más lentas que las del resto. Las personas no tenían otros rasgos en común que cambiaran las hipótesis con hechos concretos. Existió variedad en raza, edades, género, estatus sociales y nutricionales. La coincidencia que justificara su bajo rendimiento intelectual comparado al resto era el mismo ACTV-1 en sus cuerpos.
Indagando más a fondo, los científicos descubrieron otros cambios igual de sorprendentes. En este caso, respecto a los genes. Haciendo un seguimiento antes y después de la exposición al virus en otro grupo de personas, determinaron que existían en ellas al menos 1.000 genes modificados debido al mismo. Las cadenas de ácido nucleico componían genomas relacionados con regiones cerebrales comprometidas con la memoria y el aprendizaje.
La prevención de las enfermedades no es sólo para lo físico, sino también para lo mental
Esta sería una de las pruebas más contundentes respecto a lo que pueden llegar a hacer los microbios en el organismo. No sólo desde una perspectiva física, sino también a nivel de la cognición de las personas.
Desde hace mucho se ha hecho hincapié en los efectos que pueden generar determinados virus, parásitos y bacterias en el desarrollo de la inteligencia. Sobre todo en personas con edades tempranas que se encuentran en pleno crecimiento.
La anemia, la pérdida de oxígeno, o incluso de nutrientes vitalicios para el cerebro inciden directamente en el coeficiente intelectual. Lo mismo que aquellas enfermedades que dañan directamente las áreas del cerebro como la esquistosomiasis y la toxoplasmosis cerebral.
El trabajo de John Hopkins concluye con lo que todo experto de salud llegaría a pensar habiendo obtenido tales resultados. Las campañas para mejorar la salud y prevenir las enfermedades no deberían de tomarse a juego. Al contrario, es necesario una mejora en materia de la prevención, pues es la única manera de evitar a toda costa que la inteligencia de las futuras generaciones se vea comprometida.
Fuente: The American Scholar
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