Cuando hablamos de genes, ¿qué crees? ¿Piensas que el ser humano es el que posee el mapa genético más extenso y complejo de todos? Te sorprendería saber que no es así. De hecho, existen plantas (si, plantas) y frutas (justo como se lee) que tienen un camino largo en esta materia y dejan al hombre bien atrás. La genética del tomate es un ejemplo claro de esto.
Te preguntarás cómo una fruta tan pequeña, redonda y roja es capaz de albergar en su interior una carga genética superior al de muchas otras especies vivas. Esto tiene una explicación, como todo; y aunque no ha sido descubierta a cabalidad, el punto principal se basa en la evolución a través de los años del tomate para garantizar su supervivencia.
Para los genetistas ha sido todo un desafío desgranar la genética del tomate. Sin embargo, no hay nada para el hombre que sea imposible. Mucho menos cuando tenemos la tecnología de nuestro lado. La historia de cómo se descifró el genoma del tomate y todo el trabajo que esto conllevó es uno digno de conocer en la era actual.
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La genética del tomate: un misterio lleno de genes kilométricos
Todo tuvo su respuesta en el año 2012, cuando, un grupo de al menos 300 científicos provenientes de 14 países de Europa, realizó un trabajo en equipo concreto publicado ese año en la revista Nature. ¿El objetivo? Desentrañar la genética del tomate, deduciendo la secuencia completa de los 31.760 millones de genes que -ocupan desde tiempos ancestrales los 12 cromosomas que componen al Solanum lycopersicum.
España tuvo un papel importante dentro de esta encomienda. A los científicos provenientes del país latino se les encargó estudiar por completo el cromosoma 9; una tarea nada simple, pues de por sí, el solo cromosoma tenía consigo 16 millones de bases en su interior. Luego, se esforzaron por colaborar en el ensamblado del genoma resultante; la labor tardó 9 años en completarse.
Desde siempre la cantidad de genes del tomate ha sido tema que impresiona a los científicos; principalmente porque si lo comparamos con el del ser humano, lo supera con creces. En concreto, las personas poseemos de 20 mil millones hasta 25 mil millones de genes.
Es decir, que el tomate nos gana por poco más de 11 mil millones de genes en su mapa genético. Y aun así, somos y poseemos estructuras superiores a lo que pudiera demostrar este simple solanáceo por su cuenta.
¿Es importante conocer la genética del tomate hoy en día?
El conocimiento es poder; y después de una ardua labor que ha sido de los retos históricos que dejaron huella en la botánica, la información obtenida sobre la genética del tomate ha servido para avanzar en los campos de investigación de agricultura donde se le involucra.
En cuestiones generales, conocer el mapa genético de cualquier organismo es la primera base desde la cual se pueden aspirar mejoras en su desarrollo evolutivo.
Saber qué genes son los que garantizan un mejor sabor, un aroma agradable, y también un color sin igual, o una resistencia superior frente a ambientes adversos, ayuda a destacar dichas características y dejar atrás las flaquezas de los alimentos para garantizar que se puedan consumir en su máxima calidad.
El mercado de las frutas y legumbres también se apoya en la biogenética para tener cultivos que valgan la pena. Alimentos que no sólo luzcan atractivos ante el ojo humano, sino que también aporten nutrientes esenciales para aportar a las personas todo lo que necesitan de la comida que consumen.
La genética del tomate sirve para mejorar este alimento
Un equipo de científicos del Cold Spring Harbor en Estados Unidos demostró que con el conocimiento del genoma, se pueden lograr maravillas en los tomates. El estudio dirigido por el profesor Zachary Lippman se centró en cómo mejorar la productividad de este alimento bárbaramente.
Con la base del mapa genético, pudieron determinar cuál mutación era necesaria para potenciar el equilibrio entre dos hormonas determinantes en la productividad del tomate; ambas se conocen como florigen y antiflorigen. Dichas hormonas se encargan de regular el crecimiento de la planta del tomate, y de la generación de sus frutos por igual.
Naturalmente hablando, el tomate no posee un equilibrio adecuado del florigen y antiflorigen. Con la mutación planificada, sin embargo, se puede arreglar este predicamento. Así, el índice de producción de frutos aumentaría, sin que se tenga que gastar energía extra en el proceso.
Cuando los desafíos genéticos se superan, todo florece
Hoy en día, cuando las condiciones ambientales amenazan a las plantas como nunca antes, conocer su genética se hace imperante. Determinar qué especies poseen los mejores atributos, o qué ácidos nucleicos deberían cambiarse para tener un resultado favorable es la clave para la supervivencia de nuestros alimentos.
No importa lo complejo que puede resultar. Tampoco si es una cadena de genes mucho más larga que nuestra propia especie. Por fortuna hoy en día contamos con recursos suficientes para automatizar tareas que antes eran todo un desafío. La genética se halla en su edad de oro, y por ende hay que aprovecharla.
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